lunes, 15 de mayo de 2017

Alegría infinita

Sábado, 13 de mayo de 2017. Son las 11 de la noche. Lucia se acaba de dormir en mis brazos. Para ella también ha sido un día agotador. Su segundo día de natación, su primer día comiendo pollo, mucha gente saludándola y un ratito separada de su madre... Debe de estar rendida. Yo también lo estoy. Pero lo sucedido hace unas horas me impide dormir. Y quizá lo haga en los próximos días.

Como ya sabéis, hace doce semanas comencé un entrenamiento específico para medio maratón. El objetivo no era otro que el de quitarme la espinita que se me quedó hace dos años, cuando hice mi primer medio maratón, en mi pueblo, Alcàsser. Sufrí mucho. Demasiado.

Comenzaba el entreno solo 3 meses después de haber sido mamá y sabía que el reto que tenía por delante era duro. Por eso me propuse como objetivo "acabar la prueba". Sin sufrir, disfrutando de mi pueblo, de mi gente y con mi gente.

La mayoría de entrenos los hice con Lucia, pero esta última semana decidimos que no correría con ella. Solo haríamos la recta de meta juntas. Ella se quedaría con su prima y sus tíos.

Y así lo hicimos. A las 18:30 dejé a la pequeña en muy buenas manos... y comenzaron los nervios duplicados, por la carrera y por ella. Pero a las 19 toda la tensión acumulada se esfumó. Había que correr 21 kilómetros.


Mi plan de carrera era mantener la calma (y el ritmo) en los primeros 5K, acelerar después y reservar fuerzas para los últimos kilómetros. Sin embargo, desde los primeros metros toda mi estrategia se fue al traste. Me encontraba muy cómoda yendo más rápido y a mis acompañantes/liebres Rober (un clásico ya), Carlos y Lore no les importaba. Así fuimos avanzando, siempre con el temor de pinchar. Pero me encontraba muy bien. Y fueron pasando los kilómetros de viento, sol, calor, humedad... ¡cuánta humedad! Conforme avanzaba iba recordando cada kilómetro de la anterior vez... no tenía nada que ver. Ahora me veo más fuerte, por dentro y por fuera. ¿Será la maternidad?


Lo cierto es que llegué con fuerzas hasta el final, hasta el encuentro con Lucia. En su rostro vi que había llorado... pero ahora ya estaba con su madre. En breve, ella también tendría su recompensa. Por delante nos quedaban 600 metros de felicidad, emoción y muchos sentimientos encontrados. Y, al fin, la alfombra roja, la meta... FELICIDAD. Lo había conseguido. Disfruté al máximo y encima pulvericé mi récord personal... De 1:57:22 a 1:53:41. MMP. ALEGRÍA INFINITA.


Con la emoción en el cuerpo, revisamos la clasificación, pero solo estaba la general. Yo llevaba toda la semana con una intuición que le hice saber a Lore en el kilómetro 4... Íbamos a subir al podio. Pero en meta nadie nos dijo nada y Lucia tenía hambre. Así que nos marchamos. Llegando a casa, recibía el mensaje: "Te han llamado para subir al podio. Has sido la segunda mejor local". ¿En serio? ¿De verdad? Mi primer trofeo en el mundo del atletismo popular y me pierdo la entrega... tenía que atender a mi otro premio, el mejor de todos, de hecho. A Lorena y a mí nos hubiera encantado subir al podio... ahora ya tenemos motivación extra para la próxima edición. Eso sí, nos vamos a hacer la foto aunque sea subidas a un cajón de naranjas.

GRACIAS. A Carlos, Rober y Lore. Esta vez cada uno tiró de los demás en el momento preciso. Fuimos un gran equipo. A mis amigas y fans incondicionales, por estar siempre ahí, a la gente del C. A. Alcàsser, por apoyarme en cada esquina y por el éxito de organización un año más. A mi hermano, cuñada y sobrina, por cuidar durante un ratito de Lucia. A mi madre, porque sufre como la madre de un torero. A Rafa, porque sin él, nada de esto sería posible. Y sé que aunque a más de 12000 kilómetros él estaba sufriendo, corriendo y animándome como solo él sabe. Y a mi ángel maratoniano.


Açò va per tú JR.

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