jueves, 15 de enero de 2015

Carne a la piedra

Estas Navidades han sido varios los regalos que he recibido relacionados con la repostería y la hostelería. Además de la cena en Samsha, me han regalado un kit para preparar cupcakes, macarons y whoopies, el cual quiero estrenar la próxima semana, y una piedra. Sí, una piedra para preparar carne y distintos manjares. Me encanta.


Así que nada, había que estrenarla. Y lo hice por la puerta grande: en la cena de Nochevieja que celebré con mis amigos y amigas. Compramos ocho entrecots, los trinchamos y, después, directos a la piedra. 


He de decir que, previamente, calentamos la piedra en el horno y, posteriormente, la mantuvimos con calor sobre la vitrocerámica. A la carne, además, le dimos un primer toque de calor para que después fuera más fácil y rápido cocinarse. Un éxito total. Y sobró de todo, menos carne.

Lo más difícil fue (y es) limpiarla, puesto que no se puede usar ningún tipo de detergente. Pero, a base de maña y persistencia, mi marido logró dejarla impoluta.

Podría ser el típico regalo que usas una vez y queda en el olvido, pero esta pasada semana volví a hacer carne a la piedra. En esta ocasión, unas hamburguesas de carne de caballo.




Tras pasar la piedra por el horno y sin usar parafina, las hamburguesas se hicieron en un instante. Aproveché la piedra para tostar un poco el pan. Y lo acompañé con queso, tomate y hojas de remolacha. En definitiva, unas hamburguesas buenísimas. Y lo que es más importante, muy sencillas de hacer.

Como acompañante, unos nachos 'nosequé'. los probé por primera vez en una cafetería de mi pueblo llamada 'No sé qué, no sé cuántos'. No son más que nachos con atún, tomate frito y mozzarella rallada, pero están muy buenos y te hacen triunfar allá donde vas. ¡Ah! Y, que no falten, unas cervecitas A. K. Damm. ¡Una cena perfecta!



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