domingo, 11 de diciembre de 2022

Objetivo conseguido: DISFRUTAR

 Acabé tan bien en 2021 que decidí apuntarme al Maratón de Valencia de 2022, sin pensármelo, sin saber cuál sería mi situación física, personal, laboral o mental. Es lo que tiene el maratón. Te atrapa, te engancha, sin saberlo.


Ya entonces trabajaba en el programa A Córrer de À Punt, encargado de la retransmisión en directo de la prueba. Y pensé “si tengo que trabajar, vendo el dorsal”. En las primeras reuniones de septiembre, Xavi Blasco me preguntó “Ana, ¿qué quieres hacer?”. Yo lo tuve claro desde el principio: YO QUIERO CORRER.


Lo que no sabía es que a lo que supone encajar un entrenamiento de maratón con un trabajo a tiempo completo, una familia y una mínima vida social, habría que sumarle la presión de dos programas especiales y un programa en directo. Y, como me repetía internamente (y ya al final externamente), “por esto sí que me pagan…” Mi autoexigencia, mis ganas de hacerlo bien y mi pasión por este deporte hicieron que me entregara al máximo al trabajo. Sin olvidar que, en mi poco tiempo libre, estaba preparando un maratón.



La carga mental y física hizo que, a 14 días de la prueba, mis piernas hablaran y decidieran que no querían más presiones, que se bajaban del carro. No hay maratón. Fueron tres días de muchos llantos, de muchas preguntas sin respuesta... Hasta que el fisio, Víctor Vieco, fue sincero: “Has llegado a tu tope de forma, las piernas están al límite. Vas a llegar al Maratón de Valencia, pero hay que parar”. Me tomé al pie de la letra el famoso tapering. Y llegué.


No sin desgaste mental. Todo el mundo te recomienda que desconectes del maratón unas semanas antes (forma parte del tapering) y yo me he pasado 14 horas diarias durante 15 días hablando de maratón. Solo veía lesionados, retirados, gente que no llegaba… Y todo, para mí, eran señales. Pero de todas las señales me quise quedar con la más positiva. Un mensaje que me lancé a mí misma, a la Ana del futuro, en el podcast de Sarita Gil, Corre como una chica, al cual fui invitada. “A la Ana del futuro le digo que esté tranquila, que llega. Y llega bien”. Y llegué. Y llegué bien.



El ritual, el día de la prueba, fue el mismo que el año anterior. Quedada con Sandra; Centro Comercial el Saler; reunión de Tiradalarguers; guardarropa, y al cajón de salida. No se si estaba nerviosa, ansiosa, tenía miedo o, quizá, eran ganas de que pasara todo. La cuestión es que entre abrazos a Sarita Gil y saludos a amigos y conocidos, comenzó a sonar Libre de Nino Bravo. “Ya está, Ana, otra vez aquí, lo has conseguido”, pensé. Y me dejé llevar.



No quise mirar demasiado el reloj. Sabía que, como siempre, las pulsaciones no iban a ser un referente. Además, me lo había repetido por activa y por pasiva: “No buscas tiempo, no tienes objetivo, tú solo quieres disfrutar”. Y así fueron pasando los kilómetros. De piernas iba bien, de estómago también. Y la cabeza… la cabeza siempre va a la suya. Me encantó ir reconociendo a amigos y conocidos durante el recorrido (no os nombro, porque seguro que me dejo a gente). No sabéis lo importante que es recibir esos ánimos. Yo traté de devolverlos todos con una sonrisa. Especialmente a Rafa y Lucia. 



Pasado el medio maratón, era consciente de que lo más duro acababa de empezar. Pero, como siempre, me dividí la carrera. Del 21 al 26, donde volveré a ver a Rafa y a Lucia; del 26 al 29, donde entramos en el centro histórico de Valencia; del 29 al 33, donde está Ángel Sánchez (tenía una costa para él); del 33 al 36, la zona chunga (aunque esta vez tener a Anna Dalmau con la gente de la Escuela del Corredor, fue un chute de energía tremendo); del 36 al 39, solo queda una carrera corta; del 39 al 41, toca disfrutar. Del 41 al 42, aunque es lo único que quiero, intento no llorar, porque me impide respirar. Mucha gente a la que conozco en el recorrido, mucha gente a la quiero, mucha gente a la que no esperaba ver… ¡Joder! ¿Es para sonreír o no? 



Los 30 metros que hice de la mano de Lucía en el kilómetro 41 fueron la guinda a una carrera muy bonita. Toqué la alfombra azul y solo pensé “se acabó, lo has vuelto a hacer, disfruta”. Y disfruté. Como siempre, paré el reloj a dos metros de la línea de meta. Me gusta entrar andando y disfrutar al máximo de ese momento. Allí estaban Vicent Sempere y Joxe Speaker para recordarme quién era y por qué estaba allí. Y entonces me di cuenta yo misma. Y lloré. Y abracé a mis compañeros de trabajo como si fueran mi familia. Al fin y al cabo, los he sentido así durante las últimas semanas. Y seguí llorando y abrazando a cada uno de mis compañeros. Era una forma, también, de darles las gracias por estas últimas semanas.


¿Os podéis creer que no miré el reloj hasta dos horas más tarde? Me daba completamente lo mismo el tiempo que había hecho. Solo me importaba cómo lo había conseguido. De nuevo, y ya van cinco (cuatro oficiales). había conseguido disfrutar de los 42 kilómetros. 



Prometí no apuntarme para la carrera de 2023. Y no será por ganas, pero la carga mental de estas últimas semanas no se la deseo a nadie. Y creedme cuando os digo que yo corro el maratón con la cabeza. Lo tengo comprobado. 


No le quito méritos a mi entrenador, Paco Milán, quien confía más en mí que yo misma y que ha tenido que jugar con mi plan de entrenamiento para encajar las carreras que me tocaba hacer trabajando. Paco, gracias por demostrarme que el éxito en el maratón no depende de los kilómetros que lleves acumulados en las piernas.  


Gracias de nuevo, a mis compañeros de trabajo, a mis amigos de prensa y a la organización de Maratón Valencia. Mola tener un poco de enchufe, sobre todo, por el cariño que recibo. Gracias a voluntarios; a fotógrafos (sobre todo mi Fede y Pedroooo), a conocidos; a gente que me reconoce porque salgo 4 minutos a la semana en la tele y solo por eso me anima; gracias a amigos que he hecho en este deporte y a los de toda la vida; gracias a Víctor Vieco por obrar el milagro; a mi nutricionista Carol Navarrete, porque de nuevo fue todo rodado. Me dejo gente, lo sé. Gracias a ti, si crees que justo me estoy olvidando de ti.


De ti no me olvido, Sandra. Somos capaces de pasar de la risa al llanto en 1 segundo; somos capaces de que se nos olvide hacernos una foto decente… Somos así y así hay que querernos. Te atreviste a estar en la línea de salida, con toda la carga que llevabas. Y solo por eso, te aplaudo. Lo fácil no fue retirarse, lo fácil hubiera sido no presentarse. 


Ya acabo. Gracias a mi familia, sobre todo a Rafa y Lucia. Porque ellos también hacen un maratón. ¡O dos!


Gracias a ti, por llegar hasta aquí. Y a los que estáis esperando a que le nombre… Sí, ahora voy.


JR, com sempre, esta marató va per tu!





miércoles, 15 de diciembre de 2021

Kilómetros 17, 26 y 41

Esta vez me está costando más de lo normal escribir este post. No quiero dejarme a nadie. Y aunque he repasado en un "keep" la lista, sé que se me va a olvidar alguien. Lo siento... pero este maratón, también es por ti, aunque me haya olvidado de nombrarte.

Permitidme que intente ir por orden cronológico. Gracias madre naturale.... Noooo!

Gracias a mi entrenador, Paco Milán, por confiar siempre en mí más que yo misma. Porque le doy poca faena, pero sé que cuando le necesito está ahí. El año que viene nada de arañar el crono, Paco, ¡yo quiero seguir disfrutando!

Las dudas de las últimas semanas venían también provocadas por mis molestias en pies y piernas. Pero para ello está Cabrera, mi fisio. En mis últimas visitas ya me decía que de piernas iba perfecta. Había que hacerle caso, aunque a mí me doliera todo. ¡Maldita somatización!

Gracias a Laura Jorge y Carolina Navarrete. Este año hablé con ellas, pero acordé con Carol, mi #nutrirunner favorita, seguir el plan de alimentación de hace 2 años. Ha vuelto a funcionar a la perfección. Esa tortilla de patatas dos días antes de la carrera es... ¡la mejor carga de hidratos del mundo mundial!

Y llegados al día de la carrera, me tengo que acordar de los que me animaron durante los 42 kilómetros. La Escuela del Corredor, Juntas es Mejor, @Marlogi, los tiradalarguers, gente de mi club, conocidos de mi pueblo y alrededores, voluntarios, anónimos que leían mi dorsal y los voluntarios (un 10 para ellos). Con vosotros fue más fácil ir pasando los kilómetros. ¡Ah! Y gracias a los 'speakers'. A Ángel, en el km 32; y Joxe y Vicent, en meta. Soy una privilegiada, lo reconozco.

Eso y los mensajes recibidos antes, durante y después. Especialmente, los de las "cheerleaders". Aunque hubo una que no faltó a su cita. Y, repito, no se imagina lo especial que fue para mí ese momento y lo mucho que me acuerdo de ella ese día desde mi primer maratón. Gràcies Mola!

¿Y la gente que me seguía en la aplicación? Algunos sé quienes erais. Otros no. Pero gracias por estar pendientes de mí.

(Ahora ya va la parte fuerte, la de llorar)

Empar, la Marató de València és una cosa entre tu i jo. I sempre ho serà. Vore't en varios punts quilomètrics va ser... super especial!

MC, Paco (y allegados). Sois parte de mi familia. Me apoyáis y me acompañáis en cada una de mis locuras. Así que... la próxima... ¿de pintxos en San Sebastián?

Juan, Dualcillo, el "vacío". Va ser un plaer córrer al teu costat durant 20 quilòmetres. O darrere (quan bufava fort el vent). Gràcies per acompanyar-me, per protegir-me de l'aire, per agafar aigua per mi i estar pendent. Juan está vacío por dentro, porque tiene un corazón tan gran que no le cabe nada más.

Llega tu turno. Deja de leer, respira, sal a correr (bueno, no, que no son las 4 de la mañana). Pero no, no te voy a dar las gracias. Solo tú y yo sabemos lo que hemos vivido en estos dos últimos años. Y así va a seguir, entre tú y yo. Solo te digo una cosa: ¡OLÉ POR NOSOTRAS! ¡#TeamSaltito necesita "merchandaisin" pero ya!

Y acabo sin olvidarme de mi familia, que también estuvo muy pendiente de mí durante el Maratón. ¿Sabéis por qué será especial este Maratón? Porque es el primero en el que Rafa y Lucia han estado viéndome y animándome. Y solo pensar que en los kilómetros 17, 26 y 41 iban a estar esperándome, me valía para ir restando kilómetros (de hecho, así me dividí la carrera mentalmente). Ellos lo son todo en mi vida. 


Y ahora ya sí, solo me falta el vídeo. Dadme 10 días más.

PD: No lo echéis de menos en el texto, de él nunca me olvido.

viernes, 10 de diciembre de 2021

Maratón Valencia 2021: ¡Hemos venido a divertirnos!

 2021 ha sido un año complicado. Diría que incluso más que 2020.

Y como el resto de 2021, llegué a la salida del Maratón de València llena de inseguridades. Creo que tenía miedo de todo: de que me fallaran las piernas, las zapatillas, el estómago o, lo que más temía, la cabeza. 


Tenía claro el objetivo desde el principio, desde que comencé a entrenar en agosto. Se lo dije a Paco, mi entrenador, quiero disfrutarla. Quiero vivir la experiencia un año más, sin agobios, sin complicaciones. La vida ya es demasiado complicada como para también hacerlo mientras corro. Que es una afición, un placer… que lo hago para desconectar.

Por eso cuando los últimos días me hablaban de marcas, yo no me escondía. Me da igual la marca. Me he preparado para estar entre 3h 45’ y 3h 50’. Pero si son 4h 15’ y llego con una sonrisa de oreja a oreja, soy igualmente feliz. Esta vez no hay manta ni tapadismo. 


A todo esto, tengo que contar que las semanas previas al Maratón, después de 9 meses, volví a trabajar. Y lo hice en un trabajo que me apasiona pero me quita muchas horas de sueño y vida. Unir mis dos pasiones (correr + periodismo) hace que te pases el día entero en este mundo. Y si los expertos recomiendan no estar muy pendiente del maratón los días previos, yo tenía Maratón Valencia en todos lados: en el trabajo, en el teletrabajo, en las redes sociales… Así que los últimos días fui un manojo de nervios. ¡Maldita ansiedad!


Pero llego a la salida más tranquila de lo normal. Que pase lo que tenga que pasar. De piernas voy muy bien (me lo dijo el fisio) y el entrenamiento lo he calcado. Va a hacer viento, pero nos dejaremos llevar. El ritmo lo tengo claro: 5:20 el km, hasta que el cuerpo aguante. En teoría, debería aguantar hasta el final.





Fotos de rigor: con la Escuela, con los Tiradalarguers, con Sandra. Voy al cajón de salida bien acompañada. Escucho Nino Bravo y contengo las lágrimas. “Va a ser un Maratón muy de cabeza, Ana”, pienso. Otra vez correrás sola frente a todos tus monstruos.



Monstruos que se diluyen cuando empiezo a correr. Soy feliz y corro emocionada. Y así van pasando los kilómetros. En el 16 me esperan Rafa y Lucia. Es tan bonito verlos. También veo a mucha gente conocida. ¡Cuánta gente! En el 19 aparece Juan Dual, mi Pepito Grillo en este maratón. Me llamó dos días antes para decirme que me acompañaría unos kilómetros. Lo que no sabía es que iba a hacer 20 kilómetros conmigo… ¡Y cámara en mano! (Habrá vídeo...)




Medio maratón. Voy muy bien. Siento que tengo una ampolla en el pie… pero no me impide correr a 5:20. Sí, estoy clavando los tiempos. Vuelvo a ver a Rafa y a Lucia. Qué bonito verlos… Y tanta gente conocida animando… ¡Qué emocionante! 


Se acerca el kilómetro 32, donde estará Ángel, Contador de kms. Os juro que he soñado cientos de veces con este momento desde que corrí en 2019. Y fue tal cual lo soñé. Abracito y a seguir corriendo. 


Llega la peor parte. Esta vez el muro es de aire. De viento. El ritmo baja, pero yo me encuentro bien. No quiere apretar más, estoy a gusto corriendo así. Me da igual si llego en 3:49 en lugar de 3:45. Vamos “recogiendo cadáveres”, como dice mi entrenador. Yo estoy disfrutando. Bailo, canto, sonrío, bromeo… Y sigo viendo caras conocidas… entre ellas, mi mejor amiga. Ni se imagina lo que sentí al verla…




Recta final. Me deja Juan en el kilómetro 39: “Todo tuyo, Ana”. Todo mío. Ya no me quité la sonrisa de la cara. Por primera vez, estaba haciendo un Maratón sin esa tensión en el cuello que no te deja respirar. Estaba respirando, estaba sintiendo. Y ahí vuelven a estar Rafa y Lucia. ¡Esto va por vosotros!



Me queda menos de un kilómetro y no puedo estar más exultante. Primera alfombra azul. “Mierda, esto se mueve mucho… aquí con las Vaporfly me voy al suelo, fijo…”. Ahora, adoquines, “mejor”. Otra vez alfombra azul. Esta vez la buena, la definitiva… soy muy muy feliz. Grito, bailo… y así, llego a meta, oyendo mi nombre en la megafonía, saltando por el #teamsaltito y acordándome de que si soy maratoniana es gracias a él. ES POR ÉL.




PD: Los agradecimientos, en el próximo capítulo.



lunes, 7 de diciembre de 2020

NO HAY DOS SIN TRES

Justo cuando abrieron inscripciones para el Maratón de Valencia de 2020 yo me apunté. Aunque no sea la distancia que más me atrae, sí que me atrapa, me pone a prueba. Y ya no solo el día de la prueba, sino los tres meses anteriores. Por eso sabía que el 6 de diciembre de 2020 yo haría mi tercer maratón. Porque NO HAY DOS SIN TRES.


Lo que no me esperaba yo es todo lo que iba a suceder en este 2020 y que el maratón no sería como yo había planeado. No habría miles de corredores, ni cientos de aficionados, ni estarían mis cheerleaders particulares, ni habría alfombra azul, ni speaker, ni nada. Correría sola. SOLA. Acompañada por una bici. Y YA ESTÁ.


Y es que cuando se canceló el Maratón de Valencia yo no lo dudé un segundo. Lo intentaría sola. Mi marido me apoyó y mi entrenador también. Así que eso estaba hecho. Esta vez habría que luchar contra la cabeza más que nunca. Correr sola 42 kilómetros ¡Correr sola 42 kilómetros! ¿A favor? Yo elijo el circuito, yo elijo desde dónde hasta dónde voy a ir. En contra, todo lo demás.


Planificamos un entrenamiento de 11 semanas. 11 semanas de plan en mitad de una pandemia mundial. El encaje de bolillos se complica por momentos. La palabra “incertidumbre” planeaba sobre cada semana, cada día de entreno. Hasta la última semana, hasta el último día. Tanto que hubo que hacer un cambio de planes el último día. No me acompañaría Rafa con la bicicleta. Lo hará Sandra. Al fin y al cabo, ¿quién mejor que ella para estar junto a mí esos 42 kilómetros?


El recorrido, ir a Valencia, volver y después dar una vuelta por Alcàsser. Lo tenía todo controlado. Fisio, alimentación, sales… TODO. Menos una cosa, el viento.



Comencé a las 07:00 de la mañana, todavía de noche. No había nadie. Solo yo. Extraño a la vez que emocionante. Comencé a correr con la sensación de que iba a hacer algo grande. ¿Seré capaz? En el kilómetro 8 me alcanzó Sandra con la bicicleta. Y todo fue a mejor. Hasta el viento, que iba a acompañarnos durante todo el trayecto y que me dificultaba la marcha en algunos momentos. Aun así, me lo pasé bien. Las piernas iban muy bien y la cabeza estaba en su sitio. No dudé ni un momento en que lo iba a conseguir. Los kilómetros pasaban rápido y el muro no aparecía. No, esta vez soy más fuerte. Y así llegué al 41… entrando a Alcàsser por el mismo sitio que “entra” la Media Maratón, mi prueba… pero esta vez el final no estaría en el centro del pueblo, no. Estaría en el centro de mi vida. Mi casa. Mi marido, mi hija y mi madre esperaban, a ritmo de “Carros de fuego”, a la Super Mami. Ni la mejor de las alfombras azules supera esa “entrada” a meta. 



La marca, 3:51:43, es lo de menos. Lo más importante es que lo había conseguido. Un maratón sola. Bueno, sola no. Como me dijo Sandra, “no estás corriendo sola, hay mucha gente contigo”. Me lo decía en el kilómetro 40 recordando a Patri y Paula, Juntas es Mejor, en su punto Teika; recordando a la Escuela del Corredor, a nuestros amigos de Redolat y a tanta gente que anima en esos últimos metros. Pues sí, en el fondo, los sentí junto a mí. Como también a esos amigos/as que me acompañan en cada aventura. Y que lo seguirán haciendo.


Perdonadme si no os nombro. Esta vez, no hay agradecimientos personalizados. Bueno, solo uno. Sandra, gracias por todo. No hablo de que decidieras acompañarme con la bici los 42 kilómetros; no hablo de que compartiéramos algún largo y comparáramos entrenamientos. Hablo de ese abrazo, esa carta, esa medalla, esas conversaciones, esas confesiones, esas risas, esas lágrimas, esas locuras, esos planes… De todo lo que me has aportado en estos últimos meses. GRACIAS, de corazón. Te lo digo y te lo repito: Sin ti, nada de esto hubiera sido posible. #TORNAREM








miércoles, 4 de diciembre de 2019

Por mí


Dicen que un Maratón no se corre el día de la prueba. Sino que se empieza a correr el mismo día que decides apuntarte, que sabes que vas a sacrificar tiempo, momentos, vida… por ello. Así que el día 3 de marzo empecé a correr el Maratón Valencia 2019. Fue entonces cuando decidí que este año volvía a repetir la gesta. 

A mediados de agosto empezamos con los entrenamientos. El objetivo, llegar al 1 de diciembre convencida de que lo podía conseguir de nuevo. Si superaba mi Mejor Marca Personal (3:55:36), perfecto. 

Así pasaron los días, las semanas, los meses, los entrenamientos, las series, los cambios de ritmo, las tiradas largas… hasta llegar al pasado domingo, 1 de diciembre, día del Maratón Valencia 2019.

Por el camino, había repetido muchos de los pasos que me llevaron hasta la alfombra azul en 2017. Pero también había novedades. Por primera vez, me ponía en manos de un entrenador. ¿Por qué? Porque esta vez tocaba afrontar los 42195 metros SOLA. Este es un hecho al que no le di mucha importancia hasta las últimas semanas. ¿Un maratón sola?¿Serás capaz, Ana? Fueron varios los amigos que se ofrecieron a hacer parte de la carrera conmigo. Pero poco a poco me auto convencí de que TENÍA QUE HACERLO yo. POR MÍ. 

Y así me planté en la línea de salida. SOLA. Los días previos fueron personalmente complicados. Sin embargo, intenté rodearme de buen ambiente, de gente motivadora, de positivismo. Erica, Juan, "la meua Anna"… En definitiva, necesitaba cargarme las pilas para las casi 4 horas de carrera.


Con el “Libre” de Nino Bravo comencé a correr. Y también cayó la primera lágrima. Soy un manojo de nervios y tensión… La estrategia estaba clara: Primer 10K a 5:30 min/km. Después será el cuerpo quien responda. Cumplo el plan. Voy viendo caras conocidas y eso me hace venirme arriba, pero no hay que confiarse. Llega el segundo 10K, decido ponerme a 5:20, la cosa pinta bien. Pasado el 12 veo a MC y Paquito, les doy los manguitos y la braga. Hace calor y voy muy cómoda. En el kilómetro 16, a contraluz, veo el reflejo de mis amigas. ¡Han venido todas! Son únicas. Otra lagrimita cae. Poco después está Sandra, un pilar básico para este segundo maratón. Le digo que voy muy bien. Porque es cierto. 


Pasado el medio maratón empiezo a darle vueltas al coco. ¿Habrá muro o no habrá muro? ¿Y si me lo encuentro, qué hago? ¡Que voy sola! De repente he cambiado de ritmo… No sé qué pasa pero no me gusta cómo me siento. Las piernas van, pero la cabeza está corriendo otra carrera. Sin querer, he construido yo mi propio muro. Decido ir descontando kilómetros. Sé que en el 26k volverá a estar Sandra y me podré desahogar. Pero no la veo. A quienes sí veo es a mis amigas. Otra lagrimilla cae. Ellas notan que no voy tan bien. Pero lo cierto es que las piernas van de lujo.

En el kilómetro 32, cuando llega para todos el temido muro, yo respiro hondo, me abro de brazos y choco enérgicamente la mano a Ángel (ContadordeKm en redes sociales). “Ana, esto está hecho”. Me vuelvo a emocionar y decido cambiar la estrategia de carrera. Voy a disfrutar de esto. Las piernas me están respondiendo, así que decido bajar el ritmo y ver cómo pasan los kilómetros. Hasta la zona “fea” del maratón me pareció bonita. Os lo juro.


Recta final, volvemos al corazón de la ciudad. La tensión en el cuello aumenta. Justo como hace dos años. Pero no me importa, estoy muy bien. La gente me anima y yo lo agradezco como puedo. Acercándome a la Puerta de la Mar le choco la mano a otro speaker conocido, Meroño. Me alegra muchísimo verlo. De lejos, ya veo las banderas de Teika, allí están Patri y Paula, de Juntas Es Mejor, esperándome. Pero… ¿a quién veo? A mi mejor amigo… Algarra ha querido sorprenderme… ¡y lo ha hecho! No puedo contener las lágrimas. Y ya el empujón que me dan Patri y Paula me impulsa hasta los últimos kilómetros. Poco después vuelven a estar ahí MC y Paquito. ¡Qué subidón! Y nada, 10 metros más adelante, mi nutricionista, Carol. Nos miramos emocionadas, nos damos las manos y me transmite la fuerza necesaria para afrontar el último kilómetro. Tengo mucha tensión en el cuello, pero voy muy bien. Vuelve a aparecer a mi lado Sandra, le agradezco como puedo TODO lo que ha hecho por mí estos meses… Ahora, me toca disfrutar. Oigo mi nombre, es Amparo, lo sé, pero yo ya no veo a nadie. Solo quiero llegar a esa alfombra azul y disfrutar del momento.

Había imaginado cruzar la línea de meta andando, reflexionando. Y eso hice. Los últimos 2 metros. Andé. Viví el momento. Lloré y oí mi nombre en megafonía. Creía que estaba soñando. Pero no, era el gran Vicent Sempere inmortalizando el momento. UN REGALO PARA TODA LA VIDA.


Después, seguí llorando. Había sido duro, muy duro, correr contra tu cabeza. Ni el calor, ni la humedad, ni el viento fueron mis rivales. Solo mi cabeza. Los voluntarios me animaban. Yo solo buscaba alguien con quien consolarme. Fue Conxín, del Rantelles de Almussafes. Hasta ese momento, había hablado poco con ella. Pero en ese instante sentí la necesidad de abrazarla. Y eso hice. Lo necesitaba.

Después llegó el reencuentro con Empar. Cerrábamos un círculo que empezamos en 2016. Pero esto no se queda aquí. En 2020, volvemos.

lunes, 15 de julio de 2019

Restaurante Balandret

Ya sabéis que últimamente voy buscando restaurantes con algún tipo de zona infantil. Y entre los que voy encontrando, acudimos a los que sé que nos van a gustar tanto por la comida como por el trato a Lucia.

El último fue Balandret, en el Paseo Neptuno de Valencia, en la playa de la Malvarrosa. Es un hotel con restaurante, típico de la zona de playa con una zona infantil acristalada con un monitor.

La zona infantil no está muy cuidada, pero el hecho de que haya una persona con los nenes ya te da cierta confianza, además de que les entretiene con juegos, canciones, pintándoles la cara o dibujando en una pared-pizarra.

En cuanto a la comida, pedimos puntilla rebozada, pulpo a la brasa y clóchinas.




De los tres platos, me quedo con el pulpo. Aun así, la ración no era demasiado grande. La puntilla no la probé. Las clóchinas estaban muy buenas.

Como principal pedimos paella valenciana. He probado mejores, pero estaba muy buena.


Me sorprendieron gratamente los postres. Yo pedí un pincho de fruta con helado. Venía acompañado de una tarrina con chocolate puro en el que mojar las piezas de fruta.


La tarta de queso estaba muy buena también. De sabor intenso.


También pedimos brownie con helado de mango y tiramisú. Estos dos postres no los probé. Pero estéticamente llamaban positivamente la atención. 



El servicio, un poco lento pero muy atento. 

Así que si estás por la playa de Valencia, quieres comer comida típica valenciana y vas con nenes pequeños, Balandret es una buena opción. 


miércoles, 3 de julio de 2019

Take Bao

Cuando haces un descubrimiento "gastronómico" justo en las primeras semanas de verano, sabes que acabarás acudiendo allí más de una vez durante los próximos meses. Y más, si el local en sí está a dos kilómetros de casa.

Esto nos ha pasado con Take Bao. En realidad, lo descubrí en abril, pero no fue hasta la semana pasada (cuando lo vi por El Tenedor) cuando me acordé de aquel "algún día podemos ir...". La marca tiene dos locales, uno en Manises y otro en Silla, que es al que acudimos.

El local es amplio, muy limpio y recién estrenado. La carta no es muy extensa. Aun así, es muy completa. Hay entrantes, california rolls, baos, ramens y varios postres japoneses. Además de opciones para desayunar y almorzar o tomar una caña. 

Nosotros elegimos como entrantes Edamames y Torikatsu, o sea, pechuga de pollo empanada. Esta se servía con una salsa, pero la pedimos sin ella, para que comiera Lucia. Nos encantó. El empanado era perfecto. Nada apelmazado ni aceitoso. Y la pechuga, en su punto. Y eso que es difícil, eh?

Los edamames son el descubrimiento (diría) de la década en el mundo #Realfooder. Y yo soy de esa "secta". Así que... había que pedirlos sí o sí. Buenísimos.


Después también probamos los California Rolls de gamba, con caviar rojo, aguacate y sésamo. Y los California Rolls de Salmón, con caviar verde y aguacate. 



Aunque ambos estaban muy buenos, nos gustaron más lo de gamba.

Había que probar los Bao. Vienen de dos en dos, porque no son muy grandes. Eso sí, vienen rellenitos rellenitos...

Probamos el Bao de Ternera y el Bao de Pollo al Curry.



Sinceramente, no sé con cuál de los dos me quedaría... La carne, de nuevo, muy tierna.

Finalmente, dejamos un hueco para el postre: Dorayaki de chocolate.


Espectacular. Tanto, que pedimos otro.

En definitiva, salimos encantados. Con la comida, el servicio, la atención con Lucía y la relación calidad-precio. Así que ya tenemos "restaurante de verano".